Lourdes,
el P. Marie-Antoine de Lavaur y
los frailes capuchinos
1. El 11 de febrero de
1858, Bernadette Soubirous, una joven de la ciudad de Lourdes, que fue con dos
amigas a recoger leña a lo largo del río Gave,
siente un ruido, como una fuerte ráfaga de viento. Levantando los ojos
ve en el hueco de una gruta a una bella Señora que la llama para que se
acerque; la Bella Señora le sonreía. El padre Marie-Antoine escribirá luego: «Y
es en esta pobre gruta de Lourdes, hasta ahora ignorada y desconocida para
Francia y el mundo, donde el universo vendrá a contemplar esta sonrisa». Por
dieciocho veces la jovencita irá a la gruta como se lo pidió la Señora. Estas
apariciones han conmocionado a la sociedad del tiempo y suscitaron un gran
entusiasmo.
Entre
la 17° y la 18° aparición, mientras predica en los alrededores de Lourdes, el
padre Marie-Antoine de Lavaur, ya famoso y conocido como el santo de Toulouse,
decide llegar hasta la gruta de Massabielle para ver en persona lo que sucede
en este recóndito lugar, y para
encontrar a la pequeña vidente.
2. El padre
Marie-Antoine, misionero capuchino – alto, de barba
larga, hábito gastado, con un crucifijo ceñido al cordón, de alegre sonrisa y
una mirada memorable – ha marcado con su carisma un intenso apostolado de
cincuenta años por toda Francia. En su tiempo gozó ya de una extraordinaria
popularidad; publicó cerca de ochenta obras entre ellas Las grandes glorias de San Antonio de Padua, con una tirada de
medio millón de copias.
León
Clergue, este fue su nombre de bautismo, nace en Lavaur (Tarn) el 23 de
diciembre de 1825 en
el seno de una familia muy piadosa. Al día siguiente es
bautizado y consagrado a la beata Virgen. Con una vocación precoz entra a la
edad de 11 años al seminario menor de Toulouse. Ordenado sacerdote en 1850, es
inmediatamente nombrado vicario en Saint-Gaudens donde siente el llamado de San
Francisco y en el 1854 entra al noviciado de los capuchinos de Marsiglia,
asumiendo en el día de la fiesta de San Antonio de Padua el nombre de P.
Marie-Antoine. Un año después, comienza su exitosa predicación en Marsiglia, en
Tolone, antes de ser enviado a la edad de 32 años, a fundar el gran convento de
los Capuchinos de Toulouse, al cual estaría ligado por toda la vida. Su
notoriedad se extiende velozmente por toda la ciudad. Por su amor por los
pobres, su pasión por Cristo y María Inmaculada, y por su vida cada vez más
humilde, desprendida y desapegada de sí,
recibe el sobrenombre de «el santo de Toulouse», cuando no tenía aún 40
años.
Un
gran «obrero» de María; ha incentivado y animado muchas peregrinaciones
marianas; y estará en el inicio de la devoción popular a Nuestra Señora de
Lourdes y de las primeras grandes peregrinaciones.
Desde
1893 se dedica a la Obra del Pan de San Antonio, en el resurgir de la devoción
al santo franciscano en Francia, y en los últimos años de su vida, realiza un
antiguo sueño al hacer construir la capilla de la Virgen de la Consolación en
Lavaur, su ciudad natal.
Misionero
capuchino hasta el final, creativo, con una energía sorprendente, confesor
imparable, lleva adelante su cruzada en todos los frentes: la
descristianización del país, la pérdida de las costumbres, la desobediencia en
todas sus formas, la libertad de los religiosos despreciados y forzados al
exilio en 1880 y sobre todo en 1903. Sus armas son la oración, la formación
religiosa del pueblo y sobre todo de los niños, la predicación popular; habla a
menudo en dialecto, y conduce a su auditorio hacia un Dios de misericordia y de
amor.
Muere
en Toulouse el 8 de febrero de 1907 en la soledad de un frío convento, del cual
las autoridades públicas no tuvieron el valor de sacarlo por temor a las masas
populares. Una multitud de más de cincuenta mil personas asistió a sus
funerales, acompañándolo en su último viaje, según datos de la prensa de la
época. Su cuerpo, exhumado del cementerio de la ciudad en 1935, reposa
actualmente en la capilla de su convento, que pasó a propiedad de los
carmelitas en 1999. Su tumba no dejó de ser objeto de ferviente devoción. Es
declarado venerable el 23 de enero de 2020.
3.
El obrero de María está en Lourdes. La Virgen ha aparecido nuevamente el
miércoles de Pascua. Bernadette, que hizo la primera comunión el 3 de junio,
participa de la misa que celebra el capuchino. Frente a esta señorita piadosa y cándida como un
ángel, así de pobre y grácil, el fraile queda encantado. Bernadette recibe la
comunión durante la misa, y el padre escribe «Este mismo día, me han permitido
interrogarla por largo tiempo. Cada una de sus palabras es para mí una perla
preciosa que he guardado en el cajón de mis recuerdos más religiosos». El padre
Marie- Antoine se deja deleitar con la historia de Bernadette. Ninguna duda lo
rodea. Todo es verdad. Bernadette es como una flor caída del cielo, o mejor
aún, del mismo corazón de María, llamada a ser testimonio eterno y siempre
sensible de las apariciones. La última de estas será el 16 de julio.
El padre
Marie-Antoine pidió a Bernadette que le repita los gestos que acompañaron la
frase «Yo soy la Inmaculada Concepción» Él mismo recuerda que Bernadette incorporándose
dijo: «Ella hizo así». «Y al mismo tiempo, su rostro asumió una expresión
adorable que no se borrará jamás de mi memoria. Como la santa Virgen,
Bernadette primero extiende las manos,
luego las eleva a la altura de los hombros, al final las une sobre el pecho y, mirando
al cielo, me dice: Fue en este momento en que la santa Virgen dijo estas
palabras «Yo soy la Inmaculada Concepción», Parecía una visión del cielo.
Bernadette estaba transfigurada, algo sobrenatural se reflejaba en su rostro,
¡sus ojos se perdían en el infinito! Ambos, profundamente conmovidos nos
quedamos en silencio por un momento. “Niña querida, ¡cómo eres feliz!”
Bernadette asiente modestamente con la cabeza. “Oh, Padre mío, ¡cómo es bella
la Virgen santísima, cómo es bella! Todas las imágenes, todas las señoras de la
tierra no son nada frente a ella”».
El
padre Marie- Antoine tendrá particularmente en la mente un pedido de la Virgen:
«Quiero que se venga aquí en procesión». Tal deseo encuentra un eco especial en
su ánimo de apóstol. Y mons. Peyramale, párroco de Lourdes, no tendrá un apoyo
más fuerte y un mejor colaborador que el capuchino. Los dos hombres, de fe
fuerte y obstinada energía, estaban siempre de acuerdo. El 18 de enero de 1862,
el obispo de Tarbes reconoció las apariciones, autorizó el culto en la gruta y
propuso además construir allí un santuario. Juntos, los dos sacerdotes,
encaminarán las acciones para promover las peregrinaciones a la Gruta de
Massabielle. Sin embargo, pasarán seis años para que sea organizada la primera
gran peregrinación regional, la de veinte parroquias de la región de Tarbes,
guiada por el padre Marie-Antoine.
Pero
el capuchino, apóstol de María desde su adolescencia, aprovechando una misión
que predica en los alrededores, va a Lourdes en abril de 1862. Es una peregrinación
solitaria. En una carta describe a sus padres su experiencia: «El lápiz no
tiene el poder de expresarlo, debemos verlo, escuchar y sentir estas cosas del
cielo. María está allí, todavía visible, se respira el perfume que ha dejado en
este valle, en esta gruta y en esta colina. Parece que la veo y siento su voz,
cuando veo y siento a la pastorcita que tuvo la fortuna de ser visitada por
Ella en dieciocho ocasiones».
El
año siguiente, quizás una tarde de mayo de 1863, siendo tal vez las nueve de la
noche, unas veinte personas rezan en la penumbra. Alrededor de otras veinte
velas están encendidas a los pies de una imagen de la Virgen. Todo está sereno.
«Estas velas deben caminar y cantar» dice para sí el capuchino. Dicho y hecho.
Todos son invitados a tomar una vela. «En sus manos, estas antorchas forman un semicírculo frente a la gruta,
al canto del Ave Maris Stella. Al día
siguiente son cien antorchas; después miles y miles circularán por el sendero ondulante,
en la explanada o en el césped».
Y, a partir de 1872, con el inicio de las grandes peregrinaciones, las
procesiones con antorchas estan en el centro de la liturgia popular de Lourdes.
El padre Marie- Antoine ha hecho grandes cosas en
Lourdes. Cuantas más, sin embargo, hubiera querido realizar. Los buenos padres
de la Gruta – como les llama – desconfían de sus iniciativas y sus proyectos,
buscan resistirlos en todos los modos posibles. Pero él tiene argumentos que
desarman. En el año 1870, mientras se está construyendo la Basílica de la Inmaculada,
él quiere que sea mucho más grande para rendirle un culto perpetuo a María.
Sueña también con la presencia de los capuchinos como confesores. Alrededor de
1880, una benefactora le dará el dinero en efectivo para construir un gran
convento para los frailes; pero es el periodo de las expulsiones
anticlericales, y debe rechazar el dinero, además todos los frailes, excepto
él, van al exilio.
4.
Pero en Lourdes la presencia de los capuchinos será siempre viva. Además del
recuerdo del padre Marie-Antoine y su busto al final de la Vía Crucis, a más de
los numerosos frailes que durante toda la época de peregrinaciones se acercan
de todas partes del mundo a la gruta de Massabielle acompañando a los grupos,
hay un capuchino en vela y que precede a los demás. En uno de los cementerios
del pequeño pueblo de los Pirineos, un sepulcro es cumbre de peregrinaciones.
Está siempre cubierto de flores frescas y de tantas ofrendas ex voto: está allí sepultado fray
Giacomo de Balduina, peregrino de Lourdes (1900-1948). Nacido en Balduina,
provincia de Padua, entró con los capuchinos en Rovigo. En 1918 debe
interrumpir sus estudios para cumplir con el servicio militar en Milán. Luego
de cuatro años retoma el camino del convento y el 28 de setiembre de 1922 en Bassano
del Grappa, viste el hábito franciscano, luego irá a Venecia para los estudios
teológicos. Muy pronto enferma gravemente. Los superiores, suponiendo que no
vivirá mucho tiempo, lo hacen ordenar sacerdote. Luego de la ordenación, con
dificultad lleva adelante su ministerio de modo heroico, y se distingue
particularmente en escuchar las
confesiones sobre todo de varones, sacerdotes y seminaristas a los que acoge en
su celda. Un día le confía a un seminarista que, como él, estaba de pie gracias
a las muletas: «Yo sin embargo, no puedo esperar nada mejor. Me ofrecí víctima
a Dios por la santificación de los sacerdotes. Dios ha aceptado mi ofrecimiento
y ha dispuesto que sea la encefalitis letárgica el instrumento mejor para
cumplir mi ideal».
Muy
devoto de la Virgen, parte en peregrinación a Loreto en 1941 y 1946; y en 1948,
sin embargo, va en tren a Lourdes. Será su último viaje. Ha pedido una gracia
especial. No se trata de su sanación, sino poder ir al cielo bajo la mirada de
María: llega alrededor de las 16 hs. el 21 de julio de 1948, después de 35
horas de viaje. En medio de la fiebre repetía: «a la gruta, rápido, llévenme a
la gruta»; el médico dispone llevarlo al albergue donde se recibe a los
peregrinos enfermos. Con el pasar del tiempo, la respiración del padre Giacomo
se vuelve jadeante y sin fuerzas. Pierde la consciencia, pero más tarde, al
momento que se cantan las vísperas, abre los ojos y, con voz débil, canta el Magnificat, para entregar su alma a Dios, como quería, bajo la
mirada de María, aún sin estar en la gruta. Es sepultado en Lourdes, su tumba
es un lugar de gracia para innumerables peregrinos del mundo entero. El 16 de
junio de 2017, el papa Francisco autorizó la promulgación del decreto con el
cual el padre Giacomo era declarado venerable.
5.
De todos modos, se deberá esperar hasta el 2017 para ver una fraternidad de
capuchinos en Lourdes. El sueño de Marie-Antoine se vuelve realidad, la
presencia de Giacomo, una bendición. Los santos frailes nos preceden y abren el
camino. El apóstol y el peregrino están ahora velando por la naciente
fraternidad de los capuchinos de la ciudad mariana.
La
fraternidad de Lourdes nace en el contexto del Proyecto de las fraternidades
para Europa, muy oportunamente rebautizado «San Lorenzo de Brindis». Somos
actualmente 5 frailes, 3 provenientes de las provincias de Cerdeña y Córcega,
un fraile en año sabático de la provincia de Messina, y un pos novicio de la provincia
de Francia.
¿Cómo
se llegó a Lourdes? Inicialmente las provincias de Cerdeña y Córcega y la de
Génova (la fraternidad inicial tuvo un hermano de Génova que ha fallecido, Fray
Andrea Caruso) propusieron al provincial de Francia la apertura de una
fraternidad en territorio francés. Habían reflexionado por bastante tiempo
acerca del modo de colaborar con la provincia de Francia. No había posiciones o
planes determinados. El único deseo era colaborar en el contexto del proyecto
«fraternidades para Europa».
Lourdes
se impuso por sí sola. Digamos simplemente que diversos factores fueron
determinantes: Lourdes es un lugar visible, y ofrece todas las posibilidades
para poner en práctica cuanto se expresa en la carta del Proyecto; una fortaleza
de la vida de la Iglesia francesa, donde muchos, católicos y no católicos, se
convocan de forma tácita; un lugar donde el enfermo y el débil están en el
centro; un lugar franciscano a más de un título: es aquí que María dijo su
nombre, Yo soy la Inmaculada Concepción, un nombre tan querido por el corazón
de los hijos de san Francisco; la presencia de dos venerables: Marie-Antoine de
Lavaur, el gran apóstol de Lourdes, y Giacomo de Balduina, ambos próximos a la
beatificación (¡se espera!); pero lo que más nos mueve es que el deseo del
obispo de Lourdes coincidió con el nuestro. Él soñaba con tener un signo
comunitario de vida fraterna bien visible («¡con su hábito!») en el santuario.
Como
frailes estamos sobre todo comprometidos en todos los niveles de la pastoral del
santuario en la acogida de los peregrinos, al servicio de una estructura para
personas con dificultades psíquicas, pero también para cualquier servicio en la
diócesis. La fraternidad está, de hecho, incorporada a la vida de la provincia
de Francia: la presencia de fr. Marie-Nicolas y antes de él de fr. Samuel,
frailes en formación, ha ayudado mucho en crear un vínculo fuerte con el resto
de la provincia. En nuestra casa de Lourdes, propiedad del santuario, no nos es
posible recibir a todos los hermanos de
la Orden que piden alojamiento. Pero a la luz de todo lo expresado no sería
inútil reflexionar sobre el potenciamiento de nuestra presencia. Lourdes le da
una visibilidad mundial a nuestra Orden.
Podemos
decir que estos 4 años vividos en Lourdes, son un tiempo de gracia y bendición.
Paz y bien.
Contribución
del hno Jean-Marcel Rossini, ofmcap, actual guardián.
Traduccion: hno
Carlos Marcelo Caballero Negri, ofmcap
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